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Mel se despierta a las once y veinticinco como cada sábado y abre la ventana de par en par nada más quitarse las sábanas de encima. Y mira de reojo a ver si su vecino, el de enfrente, está en su mesa como cada sábado a las once y media. Y está. Y ella, se quita la camiseta, esa camiseta color frambuesa que le queda enorme y que le gusta tanto, y se queda semi desnuda, haciendo la cama y sonriéndose a si misma. Y vuelve a mirar de reojo a ver qué hace su vecino el de enfrente, él la mira sonriendo, como cada mañana a las once y treinta y ocho. Y va a la cocina, sintiendo el frío de las baldosas traspasar sus pies, abre el frigorífico, coge el cartón de zumo y bebe un trago. Y vuelve a su habitación, y el vecino de enfrente ya no está sentado en su mesa como cada sábado a las once y cuarenta y cinco. Y a las once y cuarenta y siete, llaman a la puerta.
Llevo calcetines. ¿Te importa?
ResponderEliminarpd: cat quiere subirse a las cadenas que tienes ahí arriba.
¡miau
de
leche!
Y a las once y cincuenta, están abrazados en la cama un sábado que está hecho para los dos solamente.
ResponderEliminarTe quiero mucho, little sister.
Uauuuu la entrada anterior es la que más me ha gustado ;)
ResponderEliminarTe sigo :*
Que pasará a las doce en punto? 8-) jaja
ResponderEliminarEs genial la entrada! Un beso
Yo quiero una vecina así, pero menos metódica en los horarios
ResponderEliminarHasta la médula.
ResponderEliminarCaray, si ese vecino está guapo, envidio mucho a Mel :P
Muá.
Disfruta de la compañía, Mel :P
ResponderEliminarMe gusto mucho, vaya que tienes imaginacion jaaja
ResponderEliminarVolvere
Ayrton Vargas
Qué suerte la de Mel :)
ResponderEliminarMe encanta el tema de entrada que tenés, es precioso y me motiva para seguir leyéndote, esa forma particular de redactar me gusta, me gusta. Te voy a seguir, si sí. Saludos!